La pandemia, las tensiones geopolíticas y la crisis energética de los últimos años han evidenciado una realidad incómoda: gran parte de la industria europea depende todavía de materias primas, componentes y tecnologías fabricadas fuera del continente. Las recientes crisis de suministro, como la de los semiconductores, y el encarecimiento de la energía han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de un modelo excesivamente dependiente del exterior.
En este escenario, el concepto de soberanía tecnológica ha pasado de ser una aspiración para convertirse en una prioridad estratégica. No se trata de aislarse, sino de reforzar la capacidad propia de innovación y producción, garantizando la competitividad y reduciendo los riesgos ante crisis globales.
La ciencia e ingeniería de materiales ocupan un lugar clave en esta transformación. Sin materiales, no hay energía, movilidad ni digitalización posible. Desde las baterías hasta los chips, el futuro tecnológico de Europa depende de su capacidad para diseñar, fabricar y optimizar materiales avanzados que aseguren su independencia industrial.
En Europa, la soberanía tecnológica se ha convertido en una prioridad estratégica. Tal como recoge el Informe del Consejo Económico (ICE 930.9) —publicación del Ministerio de Economía, Comercio y Empresa—, la autonomía en ciencia y tecnología se considera hoy un pilar esencial para garantizar el bienestar, la seguridad y la competitividad del continente.
Iniciativas como Eurostack —orientada a desarrollar un ecosistema digital europeo propio— o la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales (Reglamento UE 2024/1252) aprobada por el Parlamento Europeo en 2023, muestran la voluntad de la Unión por reducir la dependencia exterior en ámbitos clave como la energía, la electrónica o los materiales. En este contexto, los centros tecnológicos desempeñan un papel decisivo: su capacidad para generar conocimiento, desarrollar soluciones locales y transferir innovación a la industria contribuye de manera directa a reforzar la posición tecnológica europea. Estas políticas se enmarcan en la Estrategia Europea de Seguridad Económica and Nueva Agenda Europea de Innovación, que refuerzan la apuesta de la Unión por una autonomía estratégica abierta y basada en el conocimiento.
Lograr una mayor autonomía tecnológica no depende solo de grandes infraestructuras o de inversiones masivas, sino también de conservar y potenciar el conocimiento especializado que existe en los centros de investigación y en la industria. En este sentido, el Instituto de Tecnología Cerámica (ITC) representa una de esas capacidades estratégicas: un centro que, a partir de su experiencia en materiales cerámicos, aplica su conocimiento al reto de la resiliencia industrial, investigando el uso de materias primas alternativas —preferiblemente de origen local—, mejorando la eficiencia de los procesos productivos y desarrollando tecnologías que reduzcan la dependencia externa de la industria europea.
Una vía clara para reforzar la soberanía industrial es disminuir la dependencia de materias primas críticas, esenciales para sectores estratégicos y para la doble transición energética y digital. En este ámbito, el ITC desarrolla procesos químicos avanzados para la recuperación de metales como litio o cobalto procedentes de baterías al final de su vida útil. Estas líneas de trabajo se alinean con la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales (Reglamento UE 2024/1252), ya mencionada anteriormente, que persigue garantizar un suministro sostenible y seguro de estos recursos. A través de estas iniciativas, el ITC contribuye a la valorización de residuos y a la creación de nuevas fuentes de materiales estratégicos, reduciendo la exposición a mercados externos y promoviendo un uso más eficiente de los recursos disponibles.
Otro frente clave es la investigación en procesos productivos. Los proyectos del ITC en eficiencia energética, digitalización y control de calidad permiten optimizar el uso de recursos, reducir costes y mejorar la estabilidad de la producción. Este tipo de innovación fortalece la autonomía de las empresas, al hacerlas menos vulnerables a variaciones de suministro o de precios energéticos.
Finalmente, el ITC trabaja en el desarrollo de materiales avanzados y multifuncionales, capaces de ofrecer nuevas prestaciones —resistencia, durabilidad, propiedades ópticas o térmicas— en aplicaciones industriales, energéticas o de construcción. Estas soluciones, basadas en un conocimiento profundo de la ciencia de materiales, refuerzan la posición tecnológica de la industria europea y abren la puerta a productos con alto valor añadido desarrollados localmente.
Con estas líneas de trabajo, el ITC contribuye a consolidar una industria más sólida y autosuficiente, en la que el conocimiento y la innovación se traducen en valor real para las empresas y la sociedad. Más que competir en escala con los grandes centros internacionales, su objetivo es ofrecer soluciones concretas y transferibles que impulsen un desarrollo industrial sostenible, eficiente y capaz de adaptarse a los desafíos globales. En última instancia, la resiliencia y la soberanía tecnológica no se imponen por decreto: se construyen con conocimiento, innovación y colaboración.
José Planelles Aragó
Gestión de I+d y Promoción Científico-Tecnológica






































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































