Las ferias no solo son escaparates de producto: son espacios para entrenar la mirada, agudizar los sentidos y dejarse afectar por aquello que vibra, brilla o susurra desde un detalle. Una inspiración material que nos invita a repensar las superficies desde lo intangible.
Asistir a eventos como la pasada edición de Euroluce 2025, en el contexto del Salone del Mobile de Milán y su Fuorisalone, es también un ejercicio de apertura sensorial: no se trata solo de ver, sino de percibir con atención lo pictórico, lo matérico, lo lumínico.
En este recorrido, la luz se nos reveló como mucho más que un recurso técnico. Proyectada sobre superficies, atravesando volúmenes o contenida en estructuras, la luz genera texturas, tramas y atmósferas que pueden traducirse en nuevas ideas para el diseño de producto. Observamos cómo muchas propuestas de iluminación no se conforman con iluminar: dibujan, esculpen, proyectan y transforman el espacio, generando verdaderos paisajes de luz y sombra sobre paredes, suelos y techos.
Pero lo más sugerente ocurre cuando miramos estas escenas con ojos de diseñador de producto. Y es ahí donde ocurre la magia: cuando lo efímero —una sombra proyectada, un reflejo móvil, una pantalla trenzada— se convierte en semilla para imaginar revestimientos, pavimentos, encimeras, mobiliario o fachadas.
La luz, en este contexto, no solo revela la materia: la inspira. Las sombras arrojadas por una lámpara de malla metálica, los reflejos fragmentados de un vidrio facetado, o las transiciones suaves generadas por una pantalla textil tensada, se transforman en bancos visuales para el diseño de superficies.
Pero no solo las proyecciones nos llenan de inspiración. Las lámparas mismas, en su estructura física, son superficies en sí mismas. Cuerpos tridimensionales que exploran lo textil, lo mineral, lo orgánico o lo tecnológico desde un enfoque matérico y expresivo. Vemos luminarias porosas, moduladas, trenzadas, perforadas, impresas en 3D, esculpidas a mano o talladas digitalmente, que no solo filtran la luz, sino que le dan forma, ritmo y volumen.
Cada lámpara encierra un microcosmos táctil y visual que dialoga con los lenguajes propios del revestimiento, del pavimento, de la encimera o incluso del mobiliario. Son superficies que invitan a ser exploradas con la mirada, casi como si fueran pieles arquitectónicas.
En sus cuerpos encontramos ideas de gradación, de relieve, de perforación, de trama y repetición modular, de contraste entre opaco y translúcido, de interacción activa con la luz. Estos recursos, aplicados al diseño cerámico, abren caminos para pensar nuevos acabados, grafismos o estructuras matéricas.
Así, la lámpara deja de ser un simple objeto de iluminación para convertirse en semilla de otras materialidades. Se transforma en un catalizador visual capaz de activar nuevos códigos formales, nuevas sensibilidades y nuevas superficies para el hábitat contemporáneo.
Las imágenes que aquí compartimos no son solo registros de producto, sino fragmentos de atmósferas y texturas emergentes, puntos de partida para explorar nuevas morfologías, acabados y grafismos que podrían materializarse en las superficies que habitamos.
Este post es una invitación a mirar con otros ojos, a leer la luz como si fuera materia, a encontrar, en lo que no se toca, una nueva forma de diseñar lo que sí se habita.
Créditos: Las imágenes son originales de ITC.